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  • Writer's pictureEsther Moreno

Redescubrir tu propia ciudad

“Mirad, mirad y observar. Con los sentidos bien despiertos. Atentos a cualquier detalle, objeto, sonido, olor que os pueda llamar la atención… ¡y contármelo!”.

La propuesta venía de nuestro profesor, el escritor y periodista Gabi Martínez, durante una de nuestras salidas dentro del marco del Máster en Periodismo de Viajes, de la Universidad Autónoma de Barcelona.

Estábamos al inicio de lo que debía ser un recorrido por tres de las ramblas más conocidas e icónicas de Barcelona: la Rambla del Raval, la Rambla de las Flores y el Passeig del Born.

La idea, a priori, era atractiva. Además, me servía de excusa para revisitar unas ramblas que hacía mucho tiempo, ¿años, incluso?, que no paseaba.

La responsabilidad y la presión, enormes. Entregar algo digno de lectura para alguien del nivel periodístico y narrativo de Gabi, todo un reto. Pero estábamos allí y había que intentarlo.

El primero de los sentidos que agudicé, de manera instintiva, fue el del oído.

“¡Amigo!, de mis diez euros,¿ qué?”, espetó un transeúnte con cara de pocos amigos, a una pareja filipina, de mediana edad, que inmediatamente se dio la vuelta, como buscando un rápido refugio en algún rincón de la calle, lejos de la “amenaza”.

No parecía buena idea quedarse a ver como se desarrollaba finalmente el encuentro, así que proseguí con la misión encomendada, Rambla del Raval abajo.

¿Qué habría sido del Hotel Barceló Raval? ¿Habría resistido la embestida de la pandemia? ¿Seguiría abierto? La curiosidad, como profesional del sector turístico, me llevó hasta sus puertas, buscando resolver las dudas.

Su apertura en 2008, en la parte alta de la rambla, fue toda una apuesta por parte de sus propietarios. Se fijaron en barrios como el de Shoreditch en Londres o Brooklyn en Nueva York, donde al igual que en el Raval, la fama de “conflictivos” había mantenido alejados tanto a turistas como a locales, antes de su mejora y desarrollo.

La apuesta tuvo su recompensa y durante muchos años, en paralelo al desarrollo urbanístico y comercial del barrio del Raval, el hotel se convirtió en todo un icono del vanguardismo arquitectónico, del diseño, del ambiente “cool” y de la música alternativa, electrónica principalmente.


Hotel Barceló Raval, en la parte alta de la rambla del mismo nombre
Hotel Barceló Raval, en la parte alta de la rambla del mismo nombre

Un espacio con mucho estilo en un barrio “marginal” que se había convertido en un lugar frecuentado por gente creativa y atrevida, poniéndolo muy de moda, tanto a nivel local como internacional.

El hotel no pasa ahora por su mejor momento y la impresión que me dio, con sus puertas cerradas, es que tal vez le quede poco tiempo de vida.











A tan sólo unos metros, hacia la mitad de la rambla más o menos, la silueta robusta de El Gato, del escultor Fernando Botero, aparece feliz. Se diría que está conforme con la que ha sido su ubicación definitiva, tras deambular durante años por la ciudad, desde que fue adquirido por el Ayuntamiento de Barcelona, en 1987.


Escultura "El Gato" de Fernando Botero, en la Rambla del Raval. Barcelona
Escultura "El Gato" de Fernando Botero, en la Rambla del Raval. Barcelona

Aquí, se rodea de personas y fauna diversa: grupos de niños que ríen y juegan en diferentes idiomas, sin importarles demasiado si entienden lo que se dicen o no (el lenguaje de la diversión es casi universal), palomas, pájaros y, bajo su enorme panza, un par de jóvenes liándose algo que, por el olor a hierba que desprende, parece ser un canuto de marihuana.

La escena, junto al sorprendente aumento de establecimientos de kebabs que parecen haber proliferado en los últimos años en la rambla, contrasta con los personajes de aspecto intelectual y gafas de pasta que emergen de la Filmoteca de Catalunya, en la plaza de Salvador Seguí, al final del paseo.



Filmoteca de Catalunya. Raval. Barcelona
Filmoteca de Catalunya. Raval. Barcelona

Antes de cambiar de rumbo y dirigirme hacia la segunda rambla a visitar, la de las Flores, por la calle de San Pau, todavía tuve tiempo de fijarme, de mirar con atención, un curioso vegetal en los mostradores de uno de los comercios de esta calle. “Se llama karela”, me comentó Ali, natural de Bangladesh y propietario del establecimiento.

“Se cocina normalmente junto a otras verduras y es muy bueno para la tripa y la diabetes”.


Karela, verdura típica del sur de la India, Pakistán y Bangladesh
Karela, verdura típica del sur de la India, Pakistán y Bangladesh

En ese preciso instante, sentí que se paraba el mundo y viajaba en tiempo y espacio a ese pequeño pueblecito de Bangladesh, de donde Ali era originario. Sin haber salido del Raval, un barrio con “mala fama” en el que han encontrado su hogar y una forma de vida gentes de los más variados orígenes. Es sin duda, otra forma de viajar.









Del paso fugaz por la Rambla de las Flores, la que fue en su día una rambla preciosa y original, cuando estaba repleta de puestos de flores, recuerdo únicamente el agradable soplo de brisa marina que me envolvió, justo al salir de la atmósfera algo asfixiante y sofocante del Raval. Mucho más abierta, ésta rambla recibe la brisa que sube del mar que la refresca y que te recuerda al instante que estás en una ciudad eminentemente mediterránea.


Y finalmente, el Passeig del Born, el cambio al llegar a la tercera de las ramblas es radical. En primer lugar, destacan los olores, los aromas para ser más precisos. El del incienso delicadamente prendido en el interior de coquetas galerías de arte o de las impecables tiendas de diseño y decoración de interiores. O el sofisticado perfume de las turistas que aquí, parecen más bonitas y estilosas, con un “look” cuidado hasta el más mínimo detalle.

El Born tiene otro aire, como acicalado, con balcones de cuidada decoración, colgados sobre fachadas de aspecto saludable y luminoso.

Y algo que me llamó mucho la atención, en el más positivo de los sentidos, aquí se rinde un tributo importante al comercio local. Se mantienen vivos establecimientos tradicionales que llevan décadas funcionando en el Born. Han surgido iniciativas muy interesantes, como la de “Fet al Born”, el nombre del mercado organizado por la asociación “Born Comerç”, que busca convertirse en un encuentro de periodicidad mensual.

Su reclamo es comercial, pero también artístico y lúdico. El objetivo principal es dar a conocer a locales y foráneos todo lo que se produce, elabora o diseña en los comercios del Born.

Bien, superado ya el “susto” inicial de tener que escribir algo para su valoración por parte de Gabi Martínez, la verdad es que estoy muy agradecida. He disfrutado mirando, observando y redescubriendo una parte de mi ciudad, Barcelona, que tenía algo olvidada.


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